El efecto McGurk

Post  292 - 22 de Septiembre de 2010 - Categoría: Psicoacústica y cerebro

Nuestro cerebro crea nuestra percepción a partir de la información que llega a nuestros sentidos. El cerebro es muy bueno en dicha labor, pero a veces se equivoca y lo que percibimos no se corresponde con la realidad. Si añadimos la interacción entre diferentes modalidades sensoriales, como la vista y el oído, tenemos el efecto McGurk. ¿Pensabas que lo que ves no puede influir en lo que oyes? Pues no es así, lo que vemos puede modificar la percepción auditiva de lo que estamos oyendo. Podemos verlo y experimentarlo por nosotros mismos con este vídeo:


 

Como habrás comprobado por ti mismo, lo que ves (cómo la persona pronuncia una sílaba) influye sobre lo que oyes (en realidad tú entiendes da, cuando lo que tú realmente estás escuchando es ba).

Hace unos 50 años se comenzaron a hacer estudios sobre cómo influye lo que vemos sobre lo que oímos y una de las primeras cosas que se vieron fue que tener la posibilidad de ver a la persona que está hablando con nosotros mejora el volumen de lo que oímos en hasta 15dB, y esto no ocurre sólo con volúmenes bajos sino que ocurre también cuando las condiciones acústicas no son adversas (recuerda, cuando alguien te grite no le mires y te parecerá que está gritando más bajo).

Después llegó la ilusión auditiva de McGurk en el año 1976, que en realidad estaba estudiando los patrones de imitación de los niños cuando aprendían a hablar y para ello les puso vídeos de personas pronunciando determinadas sílabas, pero el sonido no se correspondía con lo que ellos oían. Cuando llegaron a la combinación ga-ba (como en el vídeo) los niños oían la sílaba da.

McGurk echó la bronca al tipo que había preparado los vídeos porque creía que los había montado mal, pero rápidamente se mostró que todo estaba perfectamente y que lo que ocurría era que habían descubierto una forma de producir una ilusión auditiva. De hecho, este efecto también puede conseguirse con otras combinaciones como con la combinación ka (visual) + pa (auditiva), que da lugar a la percepción de ta. Y además McGurk observó que este efecto no sólo se daba en niños sino también en adultos e incluso en niños que todavía no han adquirido el lenguaje (se da incluso en niños de 6 meses de edad).

Los fonemas (sonidos lingüísticos mínimos) /b/, /d/ y /g/ solamente se diferencian entre sí en un rasgo: el lugar de articulación. La /b/ es bilabial (haced la prueba), la /d/ es interdental y la /g/ es velar. La abertura de la boca en la /b/ es mínima, o inexistente; en la /d/ es media, y en la /g/ es máxima (esto no es correcto siendo lingüísticamente quisquillosos, pero para que lo entendáis es suficiente). Nuestra percepción del habla no se basa solamente en el oído, sino también en la vista. Si nuestro oído oye la /b/, con su abertura mínima, pero nuestros ojos ven la /g/, parece ser que nuestro cerebro opta por un término medio y nos hace oír el fonema /d/. Podéis comprobarlo: si miráis el vídeo sin sonido, está claro que el hippie no está pronunciando ni la /b/ ni la /d/, sino muy probablemente la /g/.

Seguramente esto está relacionado con las probabilidades de éxito perceptivo en situaciones no idóneas de comunicación. Nuestro cerebro intenta buscar una solución intermedia, la más probable, aunque no sea la más apropiada para algún caso concreto, pero que en muchos casos puede funcionar. Me parece un ejemplo adaptativo interesantísimo.

Esta es una prueba de que el sistema visual y el auditivo han evolucionado de forma conjunta para permitir, entre otras cosas, un mejor procesamiento del habla. El sistema visual podría ayudar a discriminar sonidos que son difíciles de diferenciar (las personas sordas llevan al extremo esta ventaja cuando leen los labios) y también podría servir como una forma de redundancia, de modo que el estímulo visual incrementaría la confianza sobre el mensaje percibido a través del sistema auditivo (si dos sistemas independientes apuntan a la misma solución entonces podemos confiar más en ella que si sólo uno de ellos la valida). Además, el efecto McGurk no es algo automático sino que requiere de nuestra atención para que se dé, de modo que cuando se incorporan estímulos distractores visuales o auditivos se ve atenuado, lo que además prueba que el efecto no se debe a un mal procesamiento de la vista o el oído sino de la integración de esas dos modalidades sensoriales. Otra prueba de esta ayuda del sistema visual sobre el auditivo es que cuando una persona ve a otra que está hablando pero a la que no puede oír, en su cerebro no sólo se activa la corteza visual (la que responde a lo que sus ojos están viendo) sino que se activa también la corteza auditiva (aun cuando no está escuchando nada).

Por último, dos curiosidades al respecto de la integración visual-auditiva: por un lado, la sinestesia, que consiste en que un estímulo de una determinada modalidad puede evocar otras modalidades sensoriales, de modo que se pueden oler colores o ver los sonidos, que es lo que se cree que le ocurría al pintor ruso Kandinsky, que decía que la música evocaba en él colores y formas. Y, por otro lado, hay personas que perciben un sonido, como un breve clinck cuando mueven sus ojos hacia una determinada posición (en inglés se conoce como gaze-induced tinnitus). En este último caso no se trata de un “error” en la integración de estímulos sino más bien de alguna conexión anómala entre los nervios oculomotores y el sistema auditivo.

Eco de:
El cerebro de Darwin
La lengua

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